El Metro comienza a ser un instrumento para medir las posibilidades de los contendientes de cara a la candidatura presidencial de Morena. La tragedia de la línea 12, en mayo de 2021, rayó la imagen de los dos líderes en la contienda, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, alcaldesa y exalcaldesa de la capital. Bajo la Administración de esta última se construyó la obra, pero la operación y mantenimiento están a cargo de la actual administración.
El terrible accidente de la Línea 3 del Metro, este fin de semana, tiene nuevas facturas políticas, aunque esta vez inevitablemente se centraron en Claudia Sheinbaum. Presumiblemente es una cuestión de mantenimiento y/u operación. Se cobró una vida y una veintena de personas hospitalizadas. A pesar de lo trágico que es, en retrospectiva, el accidente podría haber tenido consecuencias mucho más dramáticas: los efectos de un vagón suelto a toda velocidad cobrando vidas en función de variables de la física y las leyes de la gravedad que nadie controla. El saldo negro podría haber sido multitudinario. Las consecuencias políticas también.
Más allá de las responsabilidades específicas, que las hay, los adversarios intentaron por todos los medios escalar la denuncia política contra los más adelantados en la carrera presidencial, y no podía ser de otra manera. La Cumbre de Presidentes de América del Norte desplazó el tema en los medios, pero no desapareció por completo. Habrá que esperar a la próxima ronda de encuestas de intención de voto para conocer el verdadero impacto en la opinión pública.
Sin embargo, la lamentable experiencia, humana y política, tendría que dejar una profunda reflexión en el equipo del Jefe de Gobierno. El tamaño y la complejidad de la Ciudad de México hacen de su vulnerabilidad un potencial polvorín en términos de seguridad, servicios públicos y transporte. Una metrópolis de 20 millones de habitantes a casi dos mil metros de altitud en un país en vías de desarrollo no puede dejar de estar en vilo. Ocho o nueve meses después de la elección del candidato oficial de Morena, es evidente que hay una parte de la carrera presidencial sujeta a imponderables y otra a las estrategias correctas.
Lo del Metro lo ilustra. En alguna dosis, no toda, la administración de Claudia es víctima de una infraestructura desgastada por décadas o décadas de funcionamiento (según el renglón de que se trate), en condiciones presupuestarias apenas aptas para el día a día, pero modestas para la refundación estructural. El equivalente a un automóvil antiguo que ha sido revisado regularmente año tras año, pero muestra desgaste a largo plazo. Las críticas se centraron en dos aspectos: la supuesta irregularidad en el mantenimiento y operación, acentuada por presupuestos cada vez más bajos (lo que se comprobó falso) y el hecho de que en la mañana de ese sábado la alcaldesa estuvo en Morelia para dar una conferencia, como parte de la pre- eventos de campaña realizados en el país los fines de semana.
Hay, por tanto, una parte administrativa y una parte esencialmente política en la demanda y, por tanto, en la posible respuesta. Respecto de lo primero, la autoridad está obligada a examinar el caso de fondo, paliar las consecuencias inmediatas, investigar responsabilidades, revisar procedimientos, recursos humanos y económicos para reducir la probabilidad de futuros hechos. En los reportajes sobre la tragedia de la Línea 12 de hace dos años, se dejó en la opinión pública la sensación, con razón o sin ella, de que había contradicciones con la intención de minimizar las consecuencias políticas. Esta es una segunda oportunidad para hacer mejor las cosas. Ninguna autoridad está exenta de imponderables, y además de estar obligados a demostrar su posible responsabilidad en el origen del problema, los ciudadanos esperan una respuesta profesional sobre las consecuencias. Es la última y, a veces, la única defensa contra una tragedia.
En cuanto al escándalo político, el accidente tendría que conducir a una revisión de la estrategia de campaña del candidato. Es el segundo golpe a su imagen en pocos días, luego de que la profusión de shows con su perfil y #Es Claudia provocaran denuncias por supuestas violaciones a la ley electoral. Incluso el presidente señaló en La Mañanera lo inapropiados que son estos ascensos anticipados.
Lo que es inexplicable es la decisión de correr riesgos innecesarios por parte del líder del certamen. En teoría, son los de atrás los que se verían obligados a diseñar acciones al límite de lo prudente en su deseo de volver.
Los candidatos tendrían que visualizar que esta es una carrera con dos fases muy contrastantes. Primero, la disputa por la candidatura de Morena; y, segundo, si tiene éxito, la campaña en mar abierto para conseguir el voto del electorado contra los candidatos de la oposición. La primera fase va de ahora a octubre (más mes, menos mes) y el trabajo consiste en convencer al líder ya las bases de Obrador de ser el candidato más idóneo para ganar y ejercer la presidencia y continuar con el proyecto de cambio. La segunda fase iría de octubre a junio del año siguiente y, allí, la tarea radica en concertar alianzas políticas y en el posicionamiento físico y mediático en todo el territorio.
En el caso de Claudia Sheinbaum, se entiende que había una necesidad de generar un mínimo de reconocimiento fuera de la Ciudad de México, para que su carrera exclusivamente capitalina no fuera un obstáculo en la percepción de López Obrador y el primer círculo a la hora de decidir cómo presidencial. cada persona era. candidato. Pero todo indica que la estrategia para lograrlo fue desmedida. La cantidad de gobernadores morenistas que se han inclinado por ella demuestra que para los propósitos de la primera etapa, lo principal ya estaba hecho.
Hay poca o ninguna duda de que Claudia Sheinbaum es la favorita del obradorismo, y casi nadie la pasará por la izquierda. El mayor argumento que puede jugar en su contra es que crecen los negativos entre la población abierta, al punto que pone en duda su idoneidad. Tengo la impresión de que los dos escándalos (campaña mediática anticipada y tragedia en el Metro, que sorprende su ausencia), podrían afectar esos negativos. O peor aún, que surjan dudas en el presidente sobre la capacidad del funcionario ante crisis e imponderables políticos. Por no hablar de que de su trabajo depende en parte la posibilidad de ganar o perder la capital en las próximas elecciones.
De lo anterior se desprende que la mejor estrategia de campaña en esta primera etapa es enfocarse en la Ciudad de México y sus enormes complejidades, y mostrar que el buen desempeño en esta tarea constituye las mejores credenciales para aspirar a la presidencia.
@jorgezepedap
Suscríbete aquí a Boletin informativo de EL PAÍS México y recibe toda la información clave de la actualidad de este país
Suscríbete para seguir leyendo
Leer sin limites